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Historia de la alabanza II

Actualizado: 11 nov

Las primeras alabanzas cristianas



La doncella María recibe la noticia de la concepción del Mesías.
La doncella María recibe la noticia de la concepción del Mesías.


La música de alabanza cristiana tiene sus raíces hebreas y recibió la influencia de las diversas culturas donde el cristianismo se iba asentando.


Los primeros creyentes judíos añadieron al culto de la sinagoga la observancia de la Cena del Señor, sus oraciones dirigidas al Padre ahora eran en el nombre de Jesús, traían ofrendas para las necesidades de la comunidad y énfasis en lecturas que hablaban del Mesías. 


Al cuerpo de alabanzas judías que heredó la iglesia, como el salterio de David y otros textos poéticos del Antiguo Testamento, se agregaron los himnos de influencia griega que reconocían a Jesús como Mesías. 

Sin embargo, los primeros textos de la era cristiana, fueron aquellos relatos relacionados con el nacimiento de Jesús. Y habiendo una gran necesidad de instruir a los primeros creyentes, estos relatos surgieron como canciones con un texto de fácil asimilación.  


Es Lucas en su compendio didáctico de Jesús y la fe cristiana quien recoge estos primitivos himnos que ya estaban en la mente de los creyentes de la primera generación y los preserva en un sentido contrario: es decir, el canto se volvió relato habiendo nacido como un relato de la vida de Jesús musicalizado para instruir a los nuevos creyentes. 

Es así como en el Nuevo Testamento encontramos alusiones a estas expresiones de alabanza:


  1. Los “salmos mesiánicos” o salmos evangelicos. 

    1. El Magníficat de María (Lc. 1.46-55), es el canto de la joven que se siente bendecida por ser escogida como instrumento para la venida de Salvador.

    2.  Nunc Dimittis (Lc.1. 68-79), o el Canto de Zacarías, es la alabanza del anciano al momento de presentar a su hijo Juanan el Templo, recupera su voz para declarar la bendición de ver el tiempo de la Redención. 

    3. Gloria in Excelsis Deo, o Canto de los Pastores. (Lc 2:13-14), es el anuncio que los ángeles en el campo compartiendo el nacimiento del Mesías. 

    4. El Benedictus o Cántico de Simeón (Lc.2. 29-32), una alabanza de gozo y regocijo del anciano que manifiesta que ya puede ir a la presencia de su Dios por que ha visto la Salvación de Israel. 


2. El libro de los Hechos dice: “Alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía a la iglesia los que iban siendo salvos.” (2.47). Lo que podemos encontrar es que el canto fue un importante vehículo para la instrucción cristiana, pues a las melodías sencillas se agregaban textos fáciles de aprender. Muchas veces a falta de personas que pudieran instruir a la hermandad, el culto se componía predominantemente de alabanzas con contenido didáctico.


3. Los himnos que la iglesia primitiva conocía eran los salmos, provenientes de la tradición hebrea. Pablo puntualizó el uso de los salmos, himnos y cánticos espirituales. De esta distinción que hace el apóstol del Señor hablaremos en los próximas entregas de esta serie. Por ahora podemos decir que la importancia de estas primeras alabanzas cristianas es que apuntan hacia los eventos que rodean la llegada del Salvador del mundo e instruyen sobre los fundamentos de la vida cristiana. La mejor manera de preservar y difundir estas enseñanzas es el canto que los creyentes entonarán en cada reunión. 


De esto debemos entender el triple propósito de la alabanza en la vida de la iglesia: 


1- Glorificar a Dios, 

2- Enseñar y exhortar a los creyentes y 

3- Testificar de la fe hacia aquellos que no conocen la Salvación.


 La importancia de estos primeros “salmos cristianos” es que apuntan hacia los eventos que rodean la llegada del Salvador del mundo. La mejor manera de preservar y difundir estos relatos en en forma de canto que los creyentes entonarán en cada reunión. La tradición de nombrar los títulos en latín de estos cantos recabados por Lucas obedece a que el latín era el idioma del imperio romano en el tiempo de nacimiento del cristianismo y de esa manera fueron difundidos a lo largo y ancho del mismo. A donde iban llegando las Buenas Nuevas, iban los discípulos del Señor con sus alabanzas enseñando y testificando del Salvador. En la cultura de la iglesia actual, tenemos como algo cotidiano el que un varón presente una lección en nuestras reuniones, sin embargo no siempre fue así, y donde no había maestros o predicadores suficientes el canto proveyó una excelente fuente de instrucción. Quien piense que los primeros creyentes vivieron una vida improvisada en sus cultos está en un error. El año se dividió en secciones y se distribuyeron las enseñanzas por temas de las cuales surgieron los llamados “legionarios”, que incluían un pasaje bíblico y una canto referente a esta enseñanza. ¿Estos relatos hubieran llegado a nosotros si Lucas no los hubiera registrado? Seguramente si. Los músicos cristianos han adaptado melodías a estos textos desde el primer siglo hasta el día de hoy, incluyendo a los grandes maestros del canto gregoriano, el barroco, el periodo clásico y las formas contemporáneas de hoy. Y nuestra hermandad no se ha quedado atrás. El relato del Magnificat ha sido tomado por Randy Gill, un prolífico compositor y maestro de música universitario, que ha musicalizado la expresión de alabanza de la joven María, emocionada y agradecida con el Señor por ser agraciada en traer al Mesías en su vientre. El hermano Gill, ha distribuido el relato de Lucas en 4 melodías, que aunque independientes, armonizan entre sí dándonos muestra musicalmente como el plan de Dios es perfecto con la venida del Salvador. El hermano Esteban Austin comentó en una ocasión que le encanta enseñar música y nuevos cantos porque al hacerlo muestra enseña las verdades de Dios. El esquema musical de Magnificat de Randy Gill es el siguiente: Inicia la voz de Soprano con las palabras de María abalanzado a Dios, en seguida la voz de los bajos entona una doxología glorificando al Trino Dios. Inmediatamente la voz de contralto continúa con el relato de María agradecida por ser vista por nuestro Dios para llegar al momento en que los tenores manifiestan que la única alabanza es para Dios. El estilo del canto nos evoca el periodontista barroco, pero que no obstante se asimila con una armonía fresca y actual. Entonar el canto congregacionalmente puede representar un reto importante pero… ¿No merece nuestro Dios nuestro sacrificio constante de labios? Para los que acepten el reto invito a nuestros lectores que bajen las partituras y las guiñas de cada voz y glorifiquen a Dios como aquella jovencita de la tribu de Judá que es escogida por Dios para llevar en su vientre al Salvador del mundo. Magnificat aparece en nuestro álbum Te Alabamos de 2016.


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